De las pocas cosas que ahora consigo hacer bien, esta de trasnochar es totalmente ajena a mis decisiones al alba.
El corazón late fuerte y retumba por todo mi cuerpo a gran velocidad riadas de sangre enviadas a hacer su función. A veces es necesaria una inhalación, pero casi nunca es una inspiración completa. Prefiere quedarse a medias para apretar en el pecho y nombrarse a sí misma. Sin permiso. Ya sabes cómo. A veces me engaño con la idea de que es cuestión de capacidad torácica. A veces también me engaño diciendo que es picor de ojos.
Aprieto los párpados fuerte y sale a borbotones agua dejando un río en mis mejillas. Todavía no les quiero llamar lágrimas. Aprieto con mucha rabia para que salga con fuerza la puta sustancia de deshecho. Porque todo esto que emano es, al fin y al cabo, lo que tiene que salir.
Hay días en los que me levanto menos tarde, me lavo la cara y me hago un café. Esta mierda también pasará, me digo. Yo qué sé si quiero que pase. ¿Va a ir a mejor? ¿Va ir a peor? Porque quizá me quiero quedar tal y como estoy.
Estamos en modo balance y en tiempo de propósitos, y yo solo quiero pasar desapercibida con mi dificultad respiratoria ocasional o dedicarme de una a romper caras y quedarme un poco más equilibrada con la realidad social.
Las personas con las que hablo ocasionalmente están casi todas muy bien. Hacen sus tareas y viven de manera normal. No le dan muchas vueltas a las cosas. Bueno; igual un poco raro, pero todo va bien. Aplicaciones, gimnasio, trabajo, comida basura precocinada, la serie. Y ahí estoy yo, con mis varios años pensando si quiero montar un grupo de teatro, irme a vivir donde pueda ser extraña, montar una escuela o volver al circo. O todas. Atreviéndome a soñar en futuro y con el cántaro de leche prestado para imaginar una llamada a la vida.
La impulsividad del agua que cae por mi cara mengua según me distraigo con alguna de estas ideas. Cada vez menos complejas. Mañana hago lentejas. O pasado voy a nadar. O esta semana tomo medidas para camperizar mi coche. Ideas de mi fantasma presente.
Pregunto a mis amigas disimuladamente cómo están cuando en realidad estoy que me derrumbo. Por si en una de esas conversaciones me devuelven la pregunta y me atrevo a decir que estoy "bueno, un poco regular". Así para no asustarnos.
Estos últimos años me he fabricado unas caretas bárbaras. Creo que nos las fuimos comprando en el mismo mercado, pero estas mías son ya otro nivel. A veces no diferencio entre mi faz y la máscara.
Por favor, que no termine este pequeño texto en pesimismo, que no es interesante. Digamos que he inhalado muy despacio y he llenado toda la cavidad torácica. Y que la expiración ha sido lenta y ha apaciguado mis células. Que hoy he hecho balance y la gratitud me quiere dejar dormir tranquila. Que el lobo hoy duerme plácidamente. Que de todos modos sigo pensando en ti aunque no te lo mereces. (Y que eso es una toma de conciencia con la realidad que me patea la cara: las personas no cambian, cariño. Ya lo sabías. Las personas perversas amantes solo somos aldeanos).
¿Tendría un hijo ahora? ¿Sería poco ecológico, sería un empujón al abismo acompañado? Islas griegas, cuánto os he nombrado y qué poco os he frecuentado. Cómo late mi coño a estas horas. Las drogas sintéticas hacen que mi cara parezca de otra persona. Qué atrevido eres lienzo de albergar estas vergüenzas.
Amanece que no es poco y somos este preciso momento de la especie del cual nos mofaríamos a dos años luz de toma de distancia. Porque todo, con tiempo y distancia, es una mueca casi divertida. "Ya te lo había dicho".